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Una mirada a Latinoamérica desde sus indicadores económicos, políticos y sociales, nos muestra una región a la que le son comunes los problemas de pobreza, exclusión, inequidad, déficit fiscal, inflación, desempleo, concentración de ingresos, entre otros. Estas economías han aplicado reformas estructurales similares y han generado todo tipo de cambios en sus instituciones; sin embargo, persisten las dificultades, sobre todo las relacionadas con la pobreza y la desigualdad. La ineficiencia en la aplicación de tales políticas y la diversidad de resultados obtenidos, es entendida, principalmente, porque se están considerando instituciones, formas de organización y culturas diversas. Aun así, se puede asegurar que la mayor parte de las economías de América Latina han visto reducir su crecimiento económico, así como incrementado sus niveles de inflación, de desempleo, y, en muchos casos, de pobreza y exclusión social, además, porque la región no es ajena a la desaceleración de la economía mundial. Sin embargo, si tantas reformas buscan favorecer al grupo poblacional con menores oportunidades, es pertinente peguntarse: ¿por qué persisten tales desigualdades? ¿Es posible que no se estén aplicando los cambios requeridos? ¿Es un problema de sus instituciones? ¿De aplicación de la política? O, ¿es un problema de quienes ejecutan dicha política? Al parecer, tales reformas no corresponden a las verdaderas necesidades de la región, sino a la aplicación de lineamientos y modelos internacionales que en muchos casos no han funcionado ni siquiera en las economías con indicadores sociales más favorables.